"El bibliotecario era un hombre joven, de veintiseis años, barbudo, melenudo. Frente a su escritorio estaba plantada un chiquilla vestida con una blusa verde y vaqueros. Con una mano sujetaba una bolsa de compras de papel. Era tremendamente delgada, y el joven se preguntó qué demonios le daban de comer su madre y su padre… Si le daban algo.
Escuchó atenta y respetuosamente la pregunta de la niña. Su papá, explicó, le había dicho que si se le planteaba un problema realmente peliagudo, debía ir a buscar la solución en la biblioteca, porque allí conocían las respuestas a casi todos los interrogantes…"
Stephen King. Ojos de fuego (1980)
[ Vía uvejota: Blog de bibliotecas y algo más. Dónde se encuentra la respuesta a casi todo]